Si con una pollera corta me subo a un taxi, de noche y en estado de
semi ebriedad, y el taxista, en vez de ser un señor cualquiera, que se gana el
pan como cualquier otro, decide violarme, dirán que YO me lo busqué. Dirán que
YO tuve la culpa. Que YO me tendría que haber dado cuenta. Que las mujeres no
deben hacer eso. Que YO no debía hacerlo.
La ocasión no hace
al violador, al agresor, al violento, al asesino. El que lo es, LO ES: yo NO soy su excusa.
No se trata de demonizar al hombre como género. Repito,
el violador ya es violador. No se trata de machismo, el machismo es una forma
de pensar (por demás alimentada por las propias mujeres, vale decirlo), pero ser machista no
te hace violador, abusador, golpeador, asesino. El ser machista, aun con lo
malo que eso implica, no puede justificar nunca una sola muerte, un solo caso
de abuso.
Y sí, quiero salir a la calle tranquila. Pero ante todo
quiero respeto. Y en primera instancia, el respeto de mis congéneres. Somos las
primeras en criticar a las demás mujeres; que es una puta, que es una
reventada, que algo hizo, que mirá cómo se viste, mirá cómo le habla a aquel,
que se acostó con unos cuantos, que se metió con un casado, que cómo va a hacer
todo eso sola, que porqué no quiere tener hijos, que porqué los tuvo, que lo
hizo para “engancharlo”, que no cuida al marido, etc., etc. Pido primero el respeto de las otras mujeres. Para
que entonces nuestro pedido de respeto hacia la sociedad no sea hipócrita, y
sea en conjunto, no unas cuantas voces, sino una gran voz, un gran alarido que
deje mudos a los hoy nos gritan.
Me visto cómo más me guste, si muestro mi cuerpo es
porque gusto de él y lo muestro orgullosa, con quien me acueste o deje de
acostarme es puramente MI asunto, lo que haga o deje de hacer es mi decisión: ni
vos, ni la religión, ni el gobierno, ni tus padres, ni los míos, ni tus valores,
ni tus insignias, ni la opinión pública, ni la moda, nadie ni nada, deciden en
mi cuerpo, en mi mente. YO soy mi potestad. Y tengo el derecho de vivir, al
igual que vos, como quiera hacerlo. No quiero que me culpen por los asesinos, los violentos, los abusadores. No
quiero que me culpen por no ser lo que otros (absurdamente) esperaron de mí. Tengo
el mismo derecho que vos A SER.
Mirémonos primero entre nosotras. Nos venden el cuerpo
perfecto (y lo creemos) porque el único
cuerpo real que vemos de verdad, es el nuestro propio. Dejémonos de
criticarnos y de alimentar el pensamiento machista, empecemos a unirnos de
verdad, porque se sabe: “divide y reinarás”. Y estuvimos ya mucho tiempo
divididas, por nimiedades, por cosas superfluas. Es hora de unirnos, no en
contra de los hombres, sino para defender, con nuestros fuertes ovarios, todos esos derechos que nos
arrancaron, que no nos quieren dar, que nos dan a medias, que nos sacan y nos
quitan una y otra vez. Por cada una que no llega a casa, por cada ojo morado,
por cada cadáver femenino encontrado, por cada atropello a nuestras decisiones,
por cada prejuicio, debe haber cientos de nosotras velando por la justicia, por
el derecho de ser ser humanos.
Si le pegan a una, nos pegan a todas. Porque en esa
impotencia de ésa mujer, caben todas nuestras impotencias. Ese tipo que te hizo
eso que aún no sabías qué era cuando pequeña, ese pibe que te acorraló y te
tocó dónde no querías ser tocada, ese noviecito que se enojó y te tiró contra
la pared, ese auto que te siguió cuando volvías a casa de noche, esas tantas
veces que quisiste gritar y no pudiste, todas esas veces que te diste cuenta
que un hombre te gana en fuerza. Todas esas veces que quisiste putear y tampoco
pudiste, porque sabías que si lo hacías
era peor. Todas esas veces que dejaste, o dejarás, con intranquilidad a tu hija
en la escuela. Todas esas veces que le enseñarás que no se tiene que dejar
tocar.
En la impotencia de una sola cabe la de todas. Una vida
vale por todas. Por cada violador hay varias víctimas, por cada enfermo que
sale a la calle hay muchas que lo padecen.
Porque a mí también me quisieron subir a un auto con
supuestas ofertas laborales, porque yo también tuve que ver hombres que me mostraran
su miembro en plena calle cuando yo no quería verlo. Porque a mí también me
tocaron dónde no quería y cuándo no quería, porque a mí también me empujaron
contra el suelo, porque a mí también me dicen ordinarieces en la calle acompañada
de quién sea, haciéndome sentir a MÍ la vergüenza,
porque a mí también un auto me siguió, porque yo también me sentí impotente y tuve miedo y tuve bronca y quise
gritar, y no pude. Y quise putear y no pude. Y quise acercarme al policía de la
esquina, pero él me dio más inseguridad. Y yo también temo por las niñas de
hoy, mujeres del mañana. Porque a mí también me callaron muchas veces. Porque mis
derechos también fueron pisoteados. Porque en ese trabajo no me llamaron porque
estaba de novia y entonces me podía embarazar y entonces no les serviría,
porque a mí también me quisieron ofrecer plata por sexo, porque a mi también me
cosifican, me comparan, me critican.
Si no nos unimos y rompemos con estos paradigmas de
justificar lo que pasa, no lograremos jamás pasar a la acción para condenarlo,
castigarlo, y luego, recién, poder evitarlo.
Basta de tener miedo, basta de tener vergüenza, basta de
callarnos, basta de dejarnos pisotear. Basta de no defendernos. Basta de
justificar lo injustificable ¡Basta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario